Voy a hacer esta entrada en mi blog porque el trabajo de los funcionarios y el resto del personal que trabaja en cualquier lugar más o menos perdido del mundo merece ser puesto en valor por quienes hemos sido beneficiarios de su labor. El Consulado de España en Pekín fue para nosotros el lugar donde hacer pie en medio de un país que experimentamos como estar en alta mar en una frágil barca en medio de la tormenta.
La llegada precipitada a China supuso realmente un choque cultural, y gracias a Dios que íbamos prevenidos por una paciente que había sido tratada en el mismo hospital al que llevamos a nuestra Sara. Horarios diferentes, costumbres hospitalarias chocantes (solo trataban a los pacientes, no les daban comida; no limpiaban la habitación, no había auxiliares de clínica ni celadores…), y el idioma. El idioma con su escritura incomprensible también y un código gestual que tampoco coincidía en nada con el que nosotros más o menos manejamos aquí (ayer, después, dónde…). Y el inglés, el que hablaban allí, que era incompatible con el nuestro y apenas había puntos de conexión para entender lo que nos decían[i].
Y todo lo que podía solucionar la tecnología, con traductor de Google o lector de ideogramas chinos, quedaba a expensas de la conexión a Internet, que nos fallaba rato sí, rato también. Así que era difícil comunicarnos con las doctoras y enfermeras, e imposible hacerlo con los familiares de los otros pacientes que estaban allí también todo el día, o en el supermercado, o en el hotel… donde no había nadie que hablara inglés, ni siquiera el suyo. Sí, todo muy sencillo.
Vivíamos aislados en medio de la pena y sufrimiento que llevábamos, hasta que los amigos de España comenzaron a enviarnos contactos en China, que nos asesoraron, visitaron, atendieron y acompañaron hasta el final[ii].
Hubo uno de los contactos, que nos fue facilitado con mucha prevención y misterio (yo creo que era un espía, por lo menos), que nos llamó y nos apremió a que comunicáramos al Consulado nuestra presencia mediante un correo electrónico, mientras no podíamos hacer llegar físicamente el formulario para la inscripción consular en su registro como residentes temporales. Y así lo hicimos.
Y cuando llegó el día tan temido en que Sara nos dejó, en medio del dolor indescriptible de aquellos momentos había que atender cuestiones prácticas para llevarla a casa. Y ahí fue cuando llamamos al Consulado.
Lo que voy a decir a continuación igual no es políticamente muy correcto, pero oír la voz que nos atendía en español de España hizo que nos sintiéramos inmediatamente en territorio amigo. Y cuando les explicamos de qué se trataba, la deferencia, colaboración y celeridad que mostraron ya por teléfono supuso que realmente nos sintiéramos auxiliados.
Al día siguiente fuimos al Consulado a primera hora a la dirección que ya teníamos: 朝阳区三里屯东四街九号, 邮编100600 北京[iii].
Bueno, que llegamos allí, y realmente sentimos que estábamos en España, en una oficina como las nuestras, con personas que hablaban nuestro idioma, con carteles claros y entendibles. Nos dieron preferencia en las gestiones y tenían preparada toda la documentación. Vino a darnos sus condolencias el Cónsul en persona, D. Carlos Sáenz de Tejada Gorman, todo muy protocolario pero muy de agradecer, y allí nos lo facilitaron todo con delicadeza y eficiencia, para que no tuviéramos que ocuparnos de nada que no requiriera indispensablemente nuestra atención.
El Consulado de España en Pekín fue el amparo en nuestra desolación, el apoyo necesario para volver a casa con Sara en el menor tiempo posible y sorteando todas las dificultades que teníamos de modo añadido al no comprender nada (ni las costumbres, ni los chantajes amparados por aquella dictadura, ni el qué hacíamos allí en China, ni por qué después de todo Sara nos había dejado…).
[i] https://febejorda.com/2019/05/08/estan-locos-estos-romanos/
[ii] https://febejorda.com/2019/05/04/aqui-tambien-hay-angeles/
[iii] 9 Sanlitun Dongsijie, 100600- Chaoyang, Pekín – Mucho más claro así, ¡pero quien tenía que entenderlo era el taxista!