Sí, aquí todo es distinto. ¿Quieres entrar en el ascensor y sois un millón esperando? Ni por orden de llegada, ni por preferencia por situaciones especiales como sillas de ruedas, ni dejar salir a los que quieren bajar. O haces por entrar en un esfuerzo que incluso puede que violente alguno de tus endebles principios al respecto, o te quedas.
¿Estás admirando la parte más moderna del hospital, con paneles luminosos y pantallas de vídeo gigantes? Recepción con música de aquí de estilo triunfante.Todo perfectamente indicado con carteles amplios en su idioma simplificado (¡menos mal, jaja!). El suelo, pulido, parece un espejo. Y la gente escupe, sí, en el suelo.
¿Crees que por ser peatona en un recinto hospitalario sin aceras y sin calle, los vehículos que se disponen a aparcar se desplazarán a una velocidad que denote algo de prudencia? ¡Ja! Los cochazos no, claro, ellos tienen preferencia total en la vida y en la vía, y parece que hacen carreras por conseguir alguno de los pocos estacionamientos libres. Los coches más normales, tampoco. Ni las motos, ni unas furgonetillas diminutas con un montón de plazas (es verdad que aquí mi altura y tamaño normalitos me hacen estar por encima de la media), ni las bicis, ni unas motillos pequeñas con anorak que encima no hacen ruido. Si quieres sobrevivir en tus desplazamientos a pie debes andarte con mil ojos.
¿Los hospitales que tú conoces son como una especie de hotel donde además cuidan a las personas enfermas que se hospedan? Aquí cuidan a los pacientes… pero no hay servicio de limpieza de habitaciones, ni auxiliares de planta ni celadores, ¡ni servicio de comida para los hospitalizados!
Están locos estos romanos…
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