Me he levantado aún oscuro y he visto clarear, los azules iluminándose y dando paso a los rosados, hasta que ha estallado el sol.
Al salir a la calle he tenido el privilegio de caminar sobre una preciosa, mullida y extensa alfombra de hojas de álamo (creo), en amarillos, verdes y marrones, mientras inhalaba el aire fresco de esa hora apenas estrenada.
El mundo está roto. Y no me he visto con ánimo de pensar en ello. No he puesto la radio porque no quiero oír frivolidades, ni amenazas, ni disparates ni tragedias.
Uno de mis primos favoritos cumple años hoy, y me alegro mucho por él, y le felicito de corazón, y pienso en el hermano que ya marchó y en los suyos más cercanos, y la tristeza y la añoranza se me mezclan con la paz de saber dónde está.
La navidad consumista me rodea. Y confieso que me gustan sus adornos, con las luces y esa banda sonora callejera de música y de voces… y la gente que deambula, atareada dentro de sus abrigos, envuelta en pañuelos y bufandas, que mira y que busca, que ríe, que imagina el momento del regalo.
Estos días, no sé si a diferencia de los ‘otros’ días, pienso en aquellos a los que quiero especialmente. ¡Tengo la gran fortuna de que son muchos! Mi vida es rica por ellos, porque les amo, porque me importa su suerte, porque para cuando ellos quieran estoy ‘ahí’.
Ahora saldré a tomar un café y, muy probablemente, podré disfrutar también de una lluvia de hojas pequeñas de un árbol que no identifico y de las omnipresentes del falso plátano… ¡que da castañas!… ¡amargas! En fin…
Ahora vuelvo.
Deixa un comentari