10 de noviembre de 2015
En medio de tanto ruido, cuando la perplejidad frente a lo que ocurre nos confunde por un momento, mientras contabilizamos disparates, torpezas y agravios, no perdemos las certezas y convicciones, porque sabemos…
Sabemos que la aspiración de un pueblo a autogestionarse es legítima. Apenas importa cómo defina cada cual lo que es una nación, porque lo que nadie puede discutir es el sentido íntimo de identidad y de pertenencia a un grupo, y el deseo de ser soberano respecto a su propio futuro.
Sabemos que tratar los asuntos y las demandas de manera pacífica y civilizada es lo que corresponde, y que lo esperable es un interlocutor con la misma actitud, con las mismas reglas de juego.
Sabemos que es mucho más democrático votar que imponer, proporcionar urnas antes que amenazar. No importan los eufemismos que se usen para decir lo contrario: la democracia escucha la voz del pueblo y actúa en consecuencia.
Sabemos que todos los temas son abordables… o deberían serlo. Que no hay nada sacrosanto, nada, en el concepto de patria o de integridad territorial, o de trayectoria histórica y costumbres. Que en las relaciones humanas se trata de consensos y pactos, revisables y mudables.
En este delicadísimo momento entre España y Catalunya, hemos escuchado hasta el hartazgo que todos lo han hecho muy mal, en los dos lados. A ver, a ver. Que sabemos que Rajoy y su gobierno han cometido errores políticos uno detrás de otro. El segundo, el no facilitar la expresión de la voluntad de los catalanes, negándola y denostando los anhelos de millones de personas. El quinto, insistiendo en que él va a dialogar, que el debate es su medio natural, que el canal está abierto para discutir los temas… Todos, menos el del conflicto. Sí, señor. Olé tú. Y las amenazas: que si las pensiones, los bancos, el ejército, Europa… Y suma y sigue.
Sabemos que caso de producirse una desconexión de España, nos encontraríamos en un escenario que nunca se ha dado en Europa en estas circunstancias. Han querido amedrentarnos con falsos supuestos apocalípticos, cuando nos consta que la UE actúa de manera pragmática, haciendo el camino mientras lo anda.
Sabemos que en Catalunya no somos todos de la misma opinión. ¡Pero es que esto ya lo sabíamos! Cada vez que ha habido elecciones hemos tenido una prueba clara de ello. ¿Que nos encontramos con criterios dispares y que colisionan? ¿Que hay fractura? ¿Dónde está la novedad? Esto es lo que se da siempre, y los demócratas sabemos manejarnos en estas situaciones. Suele ser, aquí y en todas partes, que se hace lo que dispone la mayoría que obtiene la confianza de los ciudadanos.
Las cuentas que se han echado después del 27-S han mostrado que la formación en matemáticas de nuestros políticos y de muchos de nuestros compatriotas ha sido un completo fracaso. Porque todos sabemos que, en última instancia, quien se abstiene de votar en unas elecciones es que le da más o menos igual lo que se está dirimiendo en ese momento, y que acatará lo que decida la mayoría. Lo mismo ocurre con el voto en blanco (que se reparte entre los partidos y favorece a los mayoritarios). De manera que no pueden contabilizarse como NO todos estos supuestos, ni los votos de Catalunya Sí que es Pot, que abogaban por hacer una consulta.
Sabemos, pues, que hay verdaderamente una mayoría en favor del SÍ, un 48%, y solo un 39% en favor del NO. Y como sucede siempre, se lleva a cabo la política de gobierno que decide esta mayoría. Porque quien pierde, pierde.
¿Acaso no se recuerda cuál era el compromiso con que Junts pel Sí acudía a las urnas? ¡Sabemos que era justo este, iniciar el proceso real hacia la independencia! Para una vez que alguien cumple sus promesas…
Por otro lado, el Sr. Mas seguramente está haciendo un flaco favor al procés. No me extenderé aquí, pero recordamos perfectamente sus palabras cuando nos aseguraba que, si era necesario, él daría un paso atrás. Quizá el momento es ahora. Sin embargo, lo que está haciendo la CUP tampoco ayuda en nada en este momento tan crítico. Que si del otro lado se nos ha escenificado el Manual paso a paso de lo que no hay que hacer en política frente a un conflicto de envergadura, nos gustaría que desde aquí se actuara con inteligencia y con sabiduría.
Sabemos todas estas cosas.
Sres. políticos, hagan el favor de hacer lo que se espera de ustedes, y no porque cobran para ello, sino porque se supone que nos representan. Este es su momento. ¡Hay tantas cosas en juego! Dejen sus egos, sus visceralidades, su contabilidad de votos posibles, sus ambiciones económicas personales, y trabajen al servicio de los ciudadanos. El pueblo ya ha hablado, ahora les toca a ustedes.
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