Me gusta salir al balcón, contemplar las copas ondulantes de los árboles e intuir el tránsito escondido debajo, sólo por el rumor.
Me gusta atender asuntos en la cocina y escuchar, durante un rato, a la familia y los amigos, mientras charlan, como si fuera una fotografía sonora.
Me gusta conducir en verano con la ventanilla abierta, permitiendo la entrada del aire caliente, mientras todos duermen en el coche y yo puedo escuchar mi selección de música.
Me gustan las cafeterías a la hora del desayuno en días de trabajo, donde el gesto amable es lo que marca la diferencia.
Me gusta tomar un momento el sol después de un baño en el mar, mientras oigo que los niños siguen con sus risas, sus retos y sus juegos inventados.
Me gustan las librerías y degustar en ellas las promesas de historias de cada obra.
Y me gustan los puzles porque requieren concentración y eso es perfecto cuando no se desea pensar en otra cosa y porque, por una vez, todo encaja.
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